MERCEDES DE VELILLA Y RODRÍGUEZ (1852-1918 España)
El vencedor de sí mismo
Mercedes de Velilla y Rodriguez
[1]PERSONAJES
ZÁIRA
GARCI PEREZ DE VARGAS
ABEN-AMIR
BERMUDO
La acción pasa en Sevilla: año 1248.[2]
ACTO ÚNICO
Salón árabe, convenientemente decorado; puertas laterales y al foro: á la izquierda mesa y sillón.—Aparecen Aben-Amir, sentado, y Bermudo, de pié.
ESCENA PRIMERA.
ABEN-AMIR y BERMUDO.
BERMUDO. Yá lo veis: nuestro es el triunfo.
ABEN-AMIR. No sin que por largo tiempo
lo esperáseis.
BERMUDO. Prolongada
fué la resistencia, es cierto.
Mas todo inútil ha sido;
los árabes sucumbieron,
y el ejército cristiano
de su valor halla el premio:
Sevilla rindióse, al fin….
ABEN-AMIR. Á rudas pruebas cediendo.
BERMUDO. Y la victoria anhelada.
que así nos concede el cielo,
la noble empresa corona
del rey Fernando tercero.[3]
ABEN-AMIR. Nada logró la constancia; (Con tristeza.)
se ha extinguido, se ha deshecho
nuestra esperanza postrera:
la ciudad, que ahora perdemos,
tuvo sobre sus murallas
otras de valientes pechos
de sus tristes moradores.
BERMUDO. Todos se están disponiendo
á abandonar sus hogares,
á buscar en los desiertos
del África nuevo asilo,
su vano orgullo abatiendo.
Que se alejen, que abandonen
este conquistado suelo
que yá no les pertenece.
ABEN-AMIR. ¡Infelices…. y con ellos
no puedo yo compartir
su dolor, que será inmenso!
¡Y miéntras ellos se alejan, (para si)
amargo llanto vertiendo,
en inacción vergonzosa
entre estos muros me quejo!.
Hoy, con horror mirarla
mi existencia, si un recuerdo,
de mi corazón querido,
no viniese á darme aliento.
Y ella también partirá,
tal vez mi destino fiero
ignorando…. ¡Y no es posible
que yo abandone este encierro!
¡Oh! por lo que más queráis,
(Levantándose, á Bermudo.)
dadme mis armas, y luégo
dejad que salga: dejadme
que vaya á morir….
BERMUDO. No puedo.
De Garci Pérez de Vargas
mi señor, sois prisionero,
y él me ordena que os vigile,
que no os pierda ni un momento
de vista; yo no cumpliera
como honrado y como bueno,
no obedeciendo fielmente
á quien admiro y respeto.
Sólo al escuchar su nombre
cunde el terror en los vuestros.
Vos, en más de una ocasión
de su valor, de su esfuerzo
testigo fuísteis; le tiene
en alta estima y aprecio
el mismo rey don Fernando,
por lo ilustre de sus hechos.
ABEN-AMIR. Con él luché frente á frente, (Con arrogancia.)
en buena lid combatiendo,
yo osado, si él animoso,
si él altivo, yo soberbio.
Sin que rindiera el temor
el espíritu sereno,
á las mortales heridas
rindióse débil el cuerpo.
Cerré los ojos; extraños
rumores por mi cerébro
circularon; mi razón
dió moribundo destello,
y mi frente, en la caida,
bañóse en charco sangriento.
Y después….
BERMUDO. ¿No recordáis
lo que pasó?
ABEN-AMIR. No recuerdo;
mas sé que estuve dormido,
—¿por qué volví de aquel sueño?—
que, al despertar, pretendí
volver á ocupar mi puesto….
BERMUDO. Y que no hallásteis salida….
ABEN-AMIR. Nó, porque me hallaba preso.
BERMUDO. De mi señor la nobleza
es conocida en extremo,
y es en la paz compasivo
cuanto es en la guerra fiero.
¡Oh! su valor y fiereza
no tienen igual, lo apuesto.
Una tarde caminaba
por el real; echó menos
de la armadura una pieza,
que distinguió allá á lo léjos
entre el polvo del camino,
y atrás volvió con denuedo,
para recogerla. Al sitio
llegaron, al propio tiempo,
en sus fogosos corceles,
siete árabes caballeros.
Vargas recogió la pieza
de la armadura, entre ellos,
que, cobardes ó admirados,
lidiar con él no quisieron.
ABEN-AMIR. Yo del caudillo cristiano
conozco bien el esfuerzo,
y la piedad compasiva
de que yo soy vivo ejemplo.
Aquí, en su casa, en el nombre
no más, soy yo prisionero,
(Pausa.)
¿Y Axataf[4], rey sin ventura
de este desdichado pueblo
vive?
BERMUDO. Sí; ayer en las manos
del rey Fernando tercero
las llaves de la ciudad
puso, y con su triste séquito
la abandonó, lamentando
la destrucción de su reino.
Sevilla nos da revancha
del Guadalete funesto.
ABEN-AMIR. ¡Callad!
BERMUDO. Olvidé que vos
no debéis estar contento;
renunciad á vuestra ley
y á ese profeta embustero;
hacéos cristiano….
ABEN-AMIR. Jamás
olvidaré los preceptos
de mi fé, y os lo suplico,
Bermudo, no hablemos de eso.
BERMUDO. Yo, por vuestro bien….
ABEN-AMIR. ¿Quién llega?
BERMUDO. (Asomándose á la puerta del foro.)
Mi señor.
ABEN-AMIR. Guardo silencio.
ESCENA II.
DICHOS: GARCI PEREZ DE VARGAS, por el foro.
GARCI PEREZ. La ciudad he recorrido (Aparte.)
sin descubrir su morada….
¡Si habrá partido! ¡Quién sabe…!
Aún no pierdo la esperanza.
BERMUDO. Señor….
GARCI PEREZ. Bermudo; ¿aquí estás?
(Adelantando al proscenio.)[5]
BERMUDO. Há tiempo que os esperaba
con impaciencia; temia
que alguna vil emboscada
de esos traidores….
GARCI PEREZ. Vencidos están, no temas su saña;
los árabes yá no piensan
más que en llorar su desgracia.
¿Y vos, de vuestras heridas (A Aben-Amir.)
cómo os sentís?
ABEN-AMIR. No me faltan
las fuerzas, para arrastrar
de mi existencia la carga;
mas me faltan, para ver
la humillación de mi raza,
el dolor de mis hermanos,
la pérdida de mi patria.
GARCI PEREZ. Quiso conceder el cielo
la victoria á nuestras armas,
y hoy la cruz tiende sus brazos
á la ciudad conquistada.
La cruz, emblema de gloria,
sobre sus muros se alza,
como augusto centinela
que la defiende y la guarda.
ABEN-AMIR. También así, en otro tiempo,
sobre su fuerte muralla,
en defensa del Islam,
la media luna se alzaba,
y era el nombre de Mahoma
aclamado en toda España.
BERMUDO. Breve fué aquella victoria; (con aspereza[6].)
que en las astures montañas
Pelayo el noble pendón
alzó de la fé cristiana,
que yá en Córdoba y Sevilla
victoriosa se levanta,
y al África irá también
cuando os echemos al África.
ABEN-AMIR. ¡Villano! (Indignado.)
BERMUDO. ¡Á mí!…
(Queriendo acometerle: Garci Pérez se interpone entre ámbos.)
ABEN-AMIR. Perdonad,
que no supo mi arrogancia
contenerse; yo no puedo
escuchar esas palabras,
que la humillación presente
han renovado en mi alma.
GARCI PEREZ. Comprendo vuestro dolor,
que Garci Pérez de Vargas
sabe muy bien cuánto puede
el santo amor de la patria.
ABEN-AMIR. Así, para no enojaros
con estas quejas amargas,
permitid, caudillo ilustre,
que me retire á esa estancia.
(Garci Pérez hace seña á Aben-Amir de que puede retirarse; éste saluda y entra por la primera puerta de la izquierda.)
ESCENA III.
GARCI PEREZ y BERMUDO.
BERMUDO. El prisionero es altivo, (con rencor.)
GARCI PÉREZ. Su justo dolor demuestra,
y tan noble dignidad
en su favor me interesa.
Su vida tengo en mi mano,
mas debo….
BERMUDO. Señor, que muera:
tened sordos los oidos
á sus ruegos y á sus quejas.
GARCI PÉREZ. Calla, Bermudo: no quiero
atentar á su existencia:
con la sangre derramada
aún está roja la tierra;
vencimos; ¿para qué, ahora,
inútilmente verterla?
Luégo, tal vez, de su suerte
decidiré…. (si me deja
un momento de reposo
este afán que me atormenta.
Y no saber….)
BERMUDO. Perdonad
que á decíroslo me atreva,
mas noto en vos, á fé mia,
no sé qué extraña tristeza;
os encuentro hablando á solas,
os consume la impaciencia,
y apénas llegáis á casa
volvéis á salir: ¿qué ideas
turban vuestro pensamiento
que, así, de inquietud os llenan?
Digno de tal confianza
no soy, señor; mas me lleva
el interés que os profeso
á preguntaros….
GARCI PÉREZ. Yá es fuerza,
Bermudo, que el labio diga
el afán que así me inquieta.
No es extraño que en mi frente
oscura nube aparezca,
ni que se marque en mi rostro
de dolor profunda huella;
es que guardo una memoria,
memoria que el alma quema;
es que un afecto escondido
constante mi pecho encierra;
afecto que cada dia
se engrandece y se renueva.
Ocultándolo he vivido,
y áun de mí mismo quisiera
haberlo ocultado; inútil
empeño; fué más intensa
mi pasión, á cada hora,
y hoy mi espíritu encadena.
BERMUDO. ¿Qué me decís? Yá comprendo
vuestro pesar; que la ausencia
y el amor….
GARCI PÉREZ. ¡Si no está ausente
la que es causa de mis penas!
Ella en la ciudad vivia….
BERMUDO. ¡En la ciudad…! pero….
GARCI PÉREZ. Ella
á eterno y triste destierro
hoy condenada se encuentra.
Ella, por ser musulmana,
de aquí por siempre se aleja….
Tal vez yá….
BERMUDO. ¿Pero es posible
GARCI PÉREZ. Aunque extraño te parezca,
la amo, sí, desde aquel día
en que admiré su belleza.
No sé qué genio fatal
á su recuerdo sujeta
mis sentidos; vanamente
mi alma en olvidar se empeña;
¡cuando más quiero olvidarla
miro su imágen más cerca!
BERMUDO. Ved, señor, que os humilláis;
que olvidáis vuestra nobleza;
es locura dar abrigo
á esa pasión, que se estrella
obstáculo invencible:
tan sólo un camino os queda,
emprendedlo.
GARCI PÉREZ. ¡El del olvido!
¡La olvidára, si pudiera!
BERMUDO. Es preciso.
GARCI PÉREZ. De ella en pos[7]
secreto impulso me lleva;
mas, en vano, en la ciudad
la busco con insistencia,
que no he podido, hasta ahora,
descubrir ninguna huella.
Su dulce imágen buscaba (con entusiasmo.)
medio de la contienda,
y hasta el muro, temerario,
entre una nube de flechas
llegué, en más de una ocasión,
esperando, acaso, verla.
Bendecia mis victorias,
que me acercaban á ella,
y hoy la busco y no la encuentro….
BERMUDO. ¿No sale su raza entera
de la ciudad? Es posible
que esté léjos….
GARCI PÉREZ. Tal vez muerta
en la universal ruina
quedó…. y acaso mi diestra (con espanto.)
en el furor del combate
muerte espantosa le diera….
Nó, imposible; que el acero
quedára inmóvil, y yerta
mi mano; que aunque los ojos,
ciegos, no la conocieran.
sé que el corazón sabría,
sin vacilar, conocerla.
BERMUDO. Ved, señor, que es musulmana,
sigue la ley del Profeta,
y vos sois noble y cristiano.
No alentéis esas quimeras.
GARCI PÉREZ. Desde mis años primeros
su imágen está aquí impresa,
y es imposible borrarla;
nada dirás que no sepa.
No me repliques, y solo
déjame con mis ideas.
(Váse Bermudo por el foro.)
ESCENA IV.
GARCI PEREZ DE VARGAS.
GARCI PÉREZ. Presa de invencible afán
agito…. No sé qué siento….
¿Qué es esto?… En mi pensamiento
parece que arde un volcan.
¿Por qué mi mente se afana,
cuando así la calma pierdo,
en dar asilo al recuerdo
de la hermosa musulmana?
¿Cómo el tiempo no ha borrado
su imágen de mi memoria?
¿Por qué no encuentro esa gloria
con que despierto he soñado?
No lo sé…. Lucho y me agito,
paz el alma en vano espera;
¡desdichada prisionera,
que sueña con lo infinito!
Llena de encanto y misterio
roba una imágen mi calma,
y esclava haciéndose el alma
ciega se rinde á su imperio.
¿Yo, en las lides vencedor,
me humillo, á un recuerdo, así…?
Para arrancarlo de aquí,
¿por qué me falta el valor?
En pos de un sueño me lanzo
con afán que yá me asombra,
y ¡ay! tal vez sigo una sombra
que huye más, si más avanzo.
¡Imágen, que siempre estás
fija en mí, que siempre veo,
ó calma, al fin, mi deseo,
ó no me atormentes más![8]
ESCENA V.
DICHO: BERMUDO, por el foro.
BERMUDO. Señor….
GARCI PÉREZ. ¿Qué pasa?
BERMUDO. Desea
hablaros, con viva instancia,
una mujer…. una mora….
GARCI PÉREZ. ¿Una mora, dices? Habla.
¿Viene sola?
BERMUDO. aaaa. Nó, señor,
que una anciana la acompaña.
GARCI PÉREZ. ¿Quién podrá ser?… Al momento
déjale libre la entrada, (Váse Bermudo.)
Una mora…. Una mujer…. (Agitado.)
¡Qué es lo que siento en el alma!
ESCENA VI.
GARCI PEREZ, ZÁIRA.
ZÁIRA. Al fin le veré …. (En el foro.)
GARCI PÉREZ. Hasta aquí
llega sin temor…. ¿Qué miro? (Adelántase Záira.)
¿Es realidad, ó deliro?
ZÁIRA. No comprendo….
GARCI PÉREZ. ¡Es ella, sí! (Con alegría.)
ZÁIRA. ¿Me conoces?
GARCI PÉREZ. Sí; la suerte,
no sé si amiga ó tirana,
ha querido, musulmana,
que llegara á conocerte.
Mas tú….
ZÁIRA. Nunca te vi yo….
GARCI PÉREZ. Te conozco, aunque te asombre….
ZÁIRA. Yo, hasta aquí, sólo tu nombre,
que alta gloria mereció. (Con amargura.)
GARCI PÉREZ. ¡Dios, sin duda, es quien te envia
para dar fin á me anhelo!
ZÁIRA. ¿Qué dices?
GARCI PEREZ. Que quiere el cielo (Arrebatado.)
cumplir la esperanza mia.
Que harto tiempo, fatigado,
por una ilusión viví,
y que hoy, al mirarte aquí,
encuentro el bien deseado.
Siento en el alma brotar
nueva vida, y luz ansiada….
ZÁIRA. (Ese acento, esa mirada, (Con temor.)
¿qué me quieren revelar?)
GARCI PÉREZ. (Contemplándola.)
¡Oh! ¡qué hermosa! Al fin no fué
de un sueño imágen fingida….
ZÁIRA. Perdona, si, decidida,
á tu morada llegué.
Hoy de tu nobleza espero
que, calmando mi ansiedad,
conceda la libertad
á un infeliz prisionero.
Muerto en la lid le juzgaba,
y por él corrió mi llanto;
mas he sabido, entretanto,
que en tu poder se encontraba.
GARCI PÉREZ. ¿Tú, del prisionero en pos, (Receloso.)
vienes aquí?
ZÁIRA. Yá lo oiste;
juntos, nuestra suerte triste
maldecirémos los dos.
GARCI PÉREZ. Mas, dime, ¿con él qué lazos
te unen?
ZÁIRA.Delgado fe (Revelar no quiero….)
Mi hermano es el prisionero…. (Fingiendo.)
sí, devuélvelo á mis brazos.
Harto pesar, harto duelo
hoy mi existencia envenena….
Su libertad á mi pena
será un inmenso consuelo.
Los dos podrémos partir
de este suelo sin fortuna,
que si miró nuestra cuna
no quiere vernos morir.
GARCI PÉREZ. ¡Oh! luego aquí le verás,
que á tu acento irresistible
me rindo…. Mas no es posible
que partas…. No partirás
ZÁIRA. ¿Por qué? Los árabes son
lanzados de aquí….
GARCI PÉREZ. Lo sé;
pero tú, tú nó….
ZÀIRA. ¿Por qué?
GARCI PÉREZ. Porque…. (¡Calla, corazón!)
ZÁIRA. No te entiendo….
GARCI PÉREZ. ¡En vano lucho!
ZÁIRA. ¿Por qué, dime, tal porfía?
GARCI PÉREZ. ¡Porque te amo, desde el día
en que te ví!
ZÁIRA. ¡Tú! ¡Qué escucho! (Con terror.)
GARCI PÉREZ. (Apasionadamente.)
Sí, te vi y te amé; tu acento
mi amor oculto ahora inflama,
que se engrandece la llama
si es movida por el viento.
Tu recuerdo, tu memoria
han sido mi única idea
enmedio de la pelea,
y al conseguirla victoria.
Mira, pues, si hoy, que la suerte
me ofrece tanta ventura,
no dudaré, en mi locura,
si sueño, ó no sueño, al verte.
ZÁIRA. ¡Oh, no sé cómo te oí!
Tienes razón, estás loco,
ó te estimas en muy poco,
y en ménos, tal vez, á mí.
Te olvidas de que á los dos
nos separa un hondo abismo,
de tu raza, de tí mismo,
y te olvidas de tu Dios.
GARCI PÉREZ. ¡De mi Dios! El nombre suyo
no olvido, que si también
vieras en mi amor tu bien,
cual lo imagino en el tuyo;
si tú, por dicha, me amáras,
á tu falso Dios dejando,
la ley de Cristo abrazáras.
Y entonces, esposa mia
fueras á la faz del mundo;
yo, con cariño profundo,
sélo por tí vivirla.
Para mandarme, tu acento
fuera inútil; me bastára
sólo mirarte á la cara
para ver tu pensamiento.
ZÁIRA. ¡Oh! Calla, hablándome así
nueva amargura me diste;
por mi mal me conociste.
GARCI PÈREZ. ¡Por mi bien te conocí!
Oye—y seca ántes el lloro—
cómo ha nacido este amor. (Páusa.)
De mi rey embajador,
con cartas para el rey moro,
aquí llegué, tiempo há,
ántes de hallarse cercada
la ciudad que conquistada
fué por don Fernando yá.
Entonces al lado mió
pasaste deslumbradora….
¡Eras tú brillante aurora,
y yo un espacio sombrío!
El rayo me iluminó
de tu mirada serena:
su dulce luz, que enagena,
en mí este fuego encendió.
ZÁIRA. ¡Pluguiera á Alá que en tu senda
nunca me hubieses hallado!
GARCI PÉREZ. También á verte he llegado
en la pasada contienda.
Después de ruda batalla,
de mi rey fiel mensajero,
en un caballo ligero
cerca fui de la muralla.
Vago y naciente pesar
sintiendo en el corazón,
del cielo por la extensión
dejé mi mente vagar.
Y elevé, con fé constante,
mi espíritu de la tierra,
y de la sangre y la guerra
me olvidé por un instante.
Percibió extraño rumor
el ginete distraido;
prestó atención, y á su oido
llegó un doliente clamor.
Entónces, con hondo anhelo,
dejé el cielo á que subí,
bajé los ojos, te vi,
y hallé en la tierra otro cielo.
Tú, pálida, conmovida,
posabas la blanca mano
sobre el pecho de un anciano
que estaba inmóvil, sin vida.
ZÁIRA. ¡Mi padre!
GARCI PÉREZ. En rudos enojos
tú lamentabas tu suerte,
bañando aquel cuerpo inerte
con el llanto de tus ojos.
Á tí, después, me acercó
no sé qué poder secreto,
y un misterioso respeto
de tí también me alejó.
Y al alejarme, sentia
que el alma me abandonaba,
que miéntras yo me alejaba
el alma á tí se volvia.
Quedaron contigo allí
mi paz, mi dicha, mi calma,
y hasta el alma…. que mi alma
desde entónces vive en tí.
ZÁIRA. No debo más escucharte,
Garci Pérez, sella el labio,
ó de aquí al punto…. (Hace ademan de irse.)
GARCI PÉREZ. ¿Te agravio,
mi delirio al revelarte?
¡Imposible! En vano aspiro
á decirte lo que siento,
que ante tí, mi pensamiento
se convierte en un suspiro.
ZÁIRA. ¡Por compasión! basta yá;
vine aquí por una vida;
sin ella, de muerte herida,
Záira de aquí partirá.
Halle en tu pecho clemencia….
No me niegues, inhumano,
la libertad de un hermano….
¿Qué te importa mi existencia?…
Yo…. ¿qué soy? Un pobre sér
á quien hoy la suerte inmola;
débil, por hallarme sola,
infeliz, por ser mujer.
Caudillo[9] tú de ese bando
que nos vence y nos condena,
hasta escarneces mi pena
de amor y de dicha hablando.
Del cristiano al fiero empuje
todo cede, todo cae:
fiera es que la sangre atrae,
y por ella ansiosa ruge.
Aquí un anciano se queja
y al hijo venganza implora;
allí una familia llora
mirando el hogar que deja.
El hogar donde vivieron
y eterno amor se juraron,
en donde juntos gozaron
y juntos también sufrieron.
Y dicen, volviendo atrás
el rostro, en llanto bañado:
—¡Adiós, mi hogar adorado,
que no he de volver jamás.—
¡Oh, si vieses tal dolor,
si sufrieras como ellos,
no imagináras tan bellos
los láuros del vencedor!
GARCI PÉREZ. ¡Oh! no sé qué extraña duda
en mí tu acento derrama. . .
ZÁIRA. Una promesa reclama
mi afán; termine la ruda
lucha que me hace morir;
haz que al prisionero vea,
aunque tal mi suerte sea
que sin él llegue á partir.
GARCI PÉREZ. Záira, calma tu pesar:
aquí le verás ahora.
ZÁIRA. Gracias.
GARCI PÉREZ. Quien así te adora,
nada te puede negar.
Del alma en lo más profundo
resuena tu voz querida….
Habla, y es tuya mi vida;
habla, y te conquisto un mundo.
Bermudo. (Llamando.)
ESCENA VII.
DICHOS: BERMUDO.
BERMUDO. Señor….
GARCI PÉREZ. Aquí
al prisionero, al instante,
conducirás.
(Bermudo entra por la primera puerta de la izquierda.)
ZÁIRA. Anhelante
espero verle…. ¡Ay de mí!
(Sale Bermudo, precedido de Aben-Amir. Bermudo se retira, á una seña de Garci Pérez.)
ESCENA VIII.
GARCI PEREZ, ABEN-AMIR, ZÁIRA.
ABEN-AMIR. ¡Záira! ¡Tú aquí! ¡Záira mia!
ZÁIRA.D (No atreviéndose á hablar, porque Garci Pérez los observa.)
¡Aben-Amir!
ABEN-AMIR. ¡No es un sueño!
¿Tú, con amoroso empeño,
vienes aquí?
GARCI PÉREZ. (¿Qué decia?)
ABEN-AMIR. ¿Tan soberano favor
le plugo á Alá concederme?
GARCI PÉREZ. (Dudan en hablar al verme….
No es de hermanos ese amor.)
ZÁIRA. Al fin á verte llegué…. (A Aben-Amir.)
GARCI PÉREZ. Záira, Aben-Amir, os dejo;
no mucho de aquí me alejo….
(¡Qué sospécha! ¡Volveré!)
Adiós, pues, (Váse por el foro.)
ZÁIRA. Alá te guarde.
ABEN-AMIR. Él os ampare y defienda.
ESCENA IX.
ZÁIRA, ABEN-AMIR.
ZÁIRA. ¿No moriste en la contienda? (Acércanse.)
ABEN-AMIR. Y me tengo por cobarde.
La muerte, con firme mano,
yo mismo darme debí,
y hubiera evitado así
verme en poder del cristiano.
ZÁIRA. ¡Oh! calla; ¿y de mí, qué fuera
si hubieses tú sucumbido?
Padre, hermanos, he perdido
durante la guerra fiera.
Sólo tu amor tengo yá,
que los otros que me amaron,
¡ay! al sepulcro bajaron.
¡Padre mió! (Llorando.)
ABEN-AMIR. ¡Záira!
ZÁIRA. ¡Ah!
Muerto también te creia,
sola me juzgué en la tierra;
mas terminóse la guerra
aunque no nuestra agonía,
y supe que prisionero
de Garci Pérez quedaste,
y que en la lid te mostraste
altivo, incansable y fiero.
Por tu libertad, por tí
aquí vine, estoy contigo;
ó tu libertad consigo, (Con decisión.)
ó muerta salgo de aquí.
Que eras mi hermano le dije
porque así más le moviera
á piedad…. si consiguiera….
ABEN-AMIR. ¡Cuánto dolor nos aflije!
Premio fué de valor tanto
derrota vil, triste duelo….
ZÁIRA. La sangre que tiñó el suelo
será borrada con llanto.
Quizás en distante zona, (Con inmenso dolor.)
donde sol extraño arde,
la última luz de la tarde
dará á mi frente corona,
sin que en ella, enamorado,
sorprendas tú mis enojos;
y yo, volveré los ojos,
llorando, al tiempo pasado,
y trayendo á la memoria
aquel tiempo en que gozaba
¡ay! diré, cómo se acaba
todo bien y toda gloria!
ABEN-AMIR. Solamente por tí vivo, (Consolándola.)
de tí mis consuelos vienen;
si cautivo aquí me tienen
¿ántes no fui tu cautivo?
Tus bellos ojos nubló
el llanto que de ellos brota:
sécalo: por cada gota
una vida diera yo.
Dime que en mí pensarás,
que mudanza en tí no cabe,
que aunque esto mi amor lo sabe
lo escucharé una vez más.
ZÁIRA. Mi acento te lo asegura,
sólo tú mi dicha labras;
¿cómo hablar dulces palabras
quien llena está de amargura?
ABEN-AMIR. De amor sin saber el nombre
yá nos juramos cariño
y fuiste la fé del niño,
luégo la ambición del hombre.
Tú eras naciente capullo[10]
oculto á traidor halago,
y era yo dormido lago
de dulce y blando murmullo.
ZÁIRA. La flor levantó su frente….
ABEN-AMIR. Y el lago fué despertando….
ZÁIRA. Los dos lo mismo anhelando.
ABEN-AMIR. Respirando el mismo ambiente.
ZÁIRA. Hoja no tiene la flor
que á tu acento no responda.
ABEN-AMIR. No tiene el lago una onda
que no murmure tu amor.
ZÁIRA. Aben-Amir, ¡qué tormento!
¿Oirá el ruego que le hice,
y libre…?
ABEN-AMIR. Que nó, me dice
un triste presentimiento,
Záira.
ZÁIRA. ¿Tanto desconfías?
ABEN-AMIR. Mucho.
ZÁIRA. Esa duda me mata.
ABEN-AMIR. ¿Destino que así nos trata
nos puede dar alegrías?
Tal vez sepulcro invisible
hay abierto á nuestros piés.
ZÁIRA. ¿Yá, para nosotros, es
toda ventura imposible?
ABEN-AMIR. Con tu acento más enciendes
el afán que me devora.
ZÁIRA. De aquí salgamos ahora;
vén conmigo….
ABEN-AMIR. ¿Qué pretendes?
¿Olvidas que una prisión
me reclama, Záira mia?
ZÁIRA. Llegó de romperla el dia:
huyamos de esta mansión.
Vén, ¿se atreverán, acaso,
á detenerme?
ABEN-AMIR. ¡Y lo duda!
ZÁIRA. Vamos yá, mi amor te escuda…
(Van á salir.)Soto
ESCENA X.
DICHOS: GARCI PEREZ, por el foro.
GARCI PÉREZ. Atrás.
ZÁIRA. ¡Garci Pérez!
GARCI PÉREZ. ¡Paso!
¡Vuestras palabras oí…. (Con furor.)
yá lo sé todo…. villanos…
os amáis…. no sois hermanos….
y me has engañado así!
ZÁIRA. ¡Garci Pérez!
GARCI PÉREZ. Juro á Dios
tomar venganza cumplida,
que está en mi mano la vida
y la suerte de los dos.
ZÁIRA. Tu noble piedad imploro (Suplicante.)
ABEN-AMIR. ¿Por qué nos amenazáis?
GARCI PÉREZ. ¡Porque la amo!
ABEN-AMIR. ¡Que la amáis! (Aterrado.)
GARCI PÉREZ. ¿Amarla? Nó, nó; la adoro.
La adoro; por ella vivo.
¡Mirad que amor debe ser
este, que me hace tener
envidia de mi cautivo!
Venturoso Aben-Amir,
Záira, que alientas su amor,
mi cólera y mi dolor
os tengo de hacer sentir.
ZÁIRA. ¿Qué dices?
ABEN-AMIR. ¿Preso y vencido
no os basta yá contemplarme,
y también queréis robarme
lo único que aún no he perdido?
¿Así me queréis quitar,
en mi desdicha inaudita,
lo que á ninguno se quita,
hasta el derecho de amar?
GARCI PÉREZ. Quiero, sí, no es culpa mia,
quiero de su amor la palma,
porque ella vive en mi alma
vertiendo luz como el dia.
Y hoy descubro su traición,
y eres tú su dueño amado…. (Van á habiarle.)
Nada digáis…. Se ha trocado
en odio la compasión.
ZÁIRA. Escúchame, por piedad,
y no dejes que así muera.
ABEN-AMIR. ¡Záira! (Con enojo.)
ZÁIRA. Por la vez postrera
te pido su libertad.
ABEN-AMIR. ¡No ruegues!
ZÁIRA. Tal beneficio
rendida espero á tus pies.
¡No es amor el que no es
capaz de algún sacrificio!
GARCI PÉREZ. ¡Aparta!
ZÁIRA. Mi pecho estalla,
y tú lo tienes de roca.
GARCI PÉREZ. Una palabra en tu boca
escuche, y es libre, (con intención.)
ZÁIRA. ¡Calla!
GARCI PÉREZ. ¡Da al olvido esa pasión!
ABEN-AMIR. ¡Nunca esperes que sucumba!
ZÁIRA. ¡Nó: tal vez hasta en la tumba
dé calor al corazón!
GARCI PÉREZ. Pues bien; yá que tu firmeza
pretendo en vano abatir,
no serán de Aben-Amir
tu cariño y tu belleza.
Él, cual yo, te perderá;
sola saldrás con tu llanto,
y ese, ese que adoras tanto
la cadena arrastrará.
ABEN-AMIR. ¡Yo esclavo!
ZÁIRA. ¡Terrible suerte!
ABEN-AMIR. Te engañas: libre he de ser.
GARCI PÉREZ. Tú!
ABEN-AMIR. ¡No alcanza tu poder
á hacer esclava á la muerte!
ZÁIRA. ¡Morir!
ABEN-AMIR. Záira, por favor,
aléjate.
ZÁIRA. ¡Alá me asista!
ABEN-AMIR. Sí, no añadas con tu vista
más dolor á este dolor.
GARCI PÉREZ. Á la pasión que arde en mí
hoy vuestra ventura inmolo. (Con desesperación.)
Yo también quedaré solo
cuando te alejes de aquí.
Él te pierde, yo te pierdo;
pero es más grande mi pena,
porque él no duda, que llena
tu mente con su recuerdo.
Y yo sé que si al dejarme
te merezco una memoria,
no será para mi gloria,
será sólo para odiarme.
(Se apoya en la mesa, ocultando el rostro.)
ABEN-AMIR. Adiós por siempre, bien mio,
regresa al África ardiente:
cuando ilumine tu frente
el rojo sol del estío,
sus rayos abrasadores
te evitarán placenteras,
con su sombra, las palmeras
que plantaron mis mayores.
ZÁIRA. ¡Adiós!
ABEN-AMIR. ¿Me dejas?
ZÁIRA. Los dos
separados vivirémos….
ABEN-AMIR. Nunca nos olvidarémos.
ZÁIRA. ¡Nunca!
ABEN-AMIR. ¡Nunca!
ZÁIRA. ¡Adiós!
(Llega á la puerta del foro, donde se detiene llorando )
ABEN-AMIR. ¡Adiós!
¡Mátame! (volviéndose á Garci Pérez.)
GARCI PÉREZ. ¿Matarte?
ABEN-AMIR. Sí,
pronto, completa tu obra,
porque la vida me sobra
sin ella….
GARCI PÉREZ. ¡También á mí!
Esperad…. ¿Qué es lo que siento?
Estoy loco…. Ella…. ¡Dios mio!
¿Y voy á ser tan impío
que me goce en su tormento?
¡Nó! Que llena de dulzura
mi voz en su pecho vibre….
Podéis salir…. Estáis libre.
ABEN-AMIR. ¡Ah! ¿Qué has dicho?
ZÁIRA. (viniendo al proscenio)
¡Qué Ventura!
¡Oh, gracias!
GARCI PÉREZ. Dejadme, á solas,
llorar muertas ilusiones….
¡que de este mar de pasiones
no se desbórden las olas!
¿Yo iba á hacer, en mi egoísmo,
tan grande vuestro dolor?
¡Mira si soy vencedor
que hasta me venzo á mí mismo!
ZÁIRA. ¡Oh! Mi eterna bendición
te irá siempre acompañando:
las que ahora estoy derramando
lágrimas de dicha son.
ABEN-AMIR. Te admiro; noble en la lid
¿cómo en la paz no lo fueras?
GARCI PÉREZ. Záira, Aben-Amir, ¿qué esperas?
¿Qué esperáis? Salid, salid.
No hagáis que en ruda porfía
conmigo otra lucha emprenda,
que no sé si en la contienda
otra vez me vencería.
ABEN-AMIR. Adiós.
ZÁIRA. Adiós.
GARCI PÉREZ. Adiós yá.
(Vánse Záira y Aben-Amir por el foro.)
¡Último adiós que me espanta!
¡Qué tristes ecos levanta
en mi corazón…! ¡Se va!
Amor, quiero que te escondas
donde paz al alma ofrezcas;
si te busco, no parezcas;
si te llamo, no respondas.
ESCENA XI.
GARCI PEREZ, BERMUDO.
BERMUDO. Señor….
GARCI PÉREZ. Libertad le di.
BERMUDO. ¿Y esa mujer…?
GARCI PÉREZ. Era ella:
aquí la trajo mi estrella….
¡Amor, no salgas de aquí!
¡Amor, que en mí fuiste yerro,
confunda el cielo mi frente
cuando profanar intente
esta tumba en que te encierro!
FIN.
Preguntas de discusión
- ¿Cuáles son los temas principales de esta obra?
- ¿Cómo se describe la guerra en este drama? ¿Y el amor?
- ¿Cuáles personajes son los más simpáticos, y los más antipáticos? ¿Por qué?
- ¿Es la obra una buena representación del romanticismo? ¿Por qué, o por qué no?
- ¿Cómo se describe la religión en esta obra?
- Este texto es reproducido de: Velilla y Rodríguez, Mercedes de. El vencedor de sí mismo: cuadro dramático en un acto y en verso. Madrid : Administración Lírico-dramática, 1876. archive.org. ↵
- En el año 1248, Fernando III conquistó la ciudad de Sevilla, durante la época de la Reconquista. ↵
- El rey Fernando III, también conocido como San Fernando, conquistó varias ciudades musulmanas durante su reino («Ferdinand III»). ↵
- Axataf fue el nombre del caíd (gobernador) de Sevilla en el momento de la conquista por Fernando III. ↵
- Proscenio: Parte del escenario de un teatro más inmediata al público. ↵
- Aspereza: Resentimiento arraigado y tenaz (Diccionario de la lengua española) ↵
- «En pos de» significa «en búsqueda de» o seguimiento. ↵
- Esta escena es un soliloquio, que se utiliza comúnmente para expresar las emociones de un personaje a la audiencia ↵
- Caudillo: jefe absoluto de un ejército. (Diccionario de la lengua española) ↵
- Capullo: botón de las flores, especialmente de la rosa. (Diccionario de la lengua española) ↵