ROMANCE DEL ENAMORADO Y LA MUERTE (Sig. XVI)

Introducción

Alexis Mijares, Daniela Rivera, Kennedy Ruckh, eds.


Romance del Enamorado y la Muerte

Anónimo

Portada del Libro de los cincuenta romances (c. 1525), primera colección de romances conocida. Disponible en el dominio público por Wikimedia Commons.

Los romances viejos son poemas épico-líricos que fueron interpretados y cantados durante los siglos XIV y XV. Ejemplifican la tradición de literatura oral en la España medieval (González). Pueden ser clasificados por tema – como en el caso de los romances históricos, legendarios, o amorosos – o por origen, como los romances moriscos, judíos y catalanes. La estructura de un romance está compuesta por versos octosílabos, con rima asonante entre los versos pares. Tradicionalmente, los romances utilizaron un lenguaje condensado y económico para crear una narrativa, y fueron transmitidos oralmente o impresos en folletos sueltos. Por ser creaciones populares, muchos romances no se atribuyeron a un autor en particular, y es común que existen múltiples versiones y adaptaciones. En el siglo XVI, fueron recolectados y publicados en colecciones extensas como el Romancero Viejo (González).

Durante los siglos en que se escribieron los romances hubo muchos cambios socio-políticos en la Península Ibérica. En España, la tribunal de la Inquisición y el rey querían uniformidad de religión y actitud, y por esta razón muchos judíos se convirtieron al catolicismo (Romera-Navarro). En 1492, el gobierno ordenó que los judíos que no se habían convertido salieran de España. Esta migración puede explicar el hecho de que el «Romance del Enamorado y la Muerte» se conservaba entre los judíos españoles de Grecia, además de las regiones de Asturias, León y Zamora en el noroeste de España y Cataluña en el noreste (Menéndez Pidal 79-80).

Algunos romances tienen temas históricos, como los romances moriscos y fronterizos que narran las guerras entre los moros y los cristianos durante la Reconquista de la Península Ibérica. Otros, como el «Romance del Enamorado y la Muerte», tratan de temas amorosos. Pero independientemente de la temática, los romances reflejan la cosmovisión de su época. «Los poetas romanceriles tienen siempre en la memoria la figura del Dios cristiano, al que se refieren cuando quieren evocar su Providencia o convocar ante su tribunal. Sin embargo, son dioses inspirados de la mitología que sirven al poeta para presentar a la figura amada o poderosa empujada por una fuerza superior que le impone determinados comportamientos negativos» (Dumanior 242).

Esta obra, «Romance del Enamorado y la Muerte» es una elegía amorosa del siglo XVI que no se incluyó en muchas de las colecciones salvo la colección de romances catalanes Romancerillo de Milá (Milá y Fontanals 235-37). Según Ramón Menéndez Pidal, la obra «procede de un romance de Juan del Encina que comienza: Yo me estando reposando, durmiendo como solía, muy divulgado en el siglo XVI» (79-80). Hay tres voces en este poema: El Enamorado, la Muerte, y la amante del Enamorado. Dentro del poema se puede observar la tensión entre la cultura religiosa y la pagana, pues la muerte se presenta como un ser divino enviado por Dios. Como muchos de los romances, esta obra narra un amor frustrado. «Los romances no cantan el amor feliz en presente: solo porque terminó el amor, o porque nunca pudo empezar, se oye la voz poética» (Dumanior 238). Quizá por este sentimiento melancólico, la notación musical que acompaña la obra en la Flor nueva de Romances Viejos dice que el tempo debe ser «adagio» y el canto «muy espresivo» (310).

 

 

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